domingo, 8 de mayo de 2016

RESUMEN DE LA COMUNICACIÓN PRESENTADA EN LAS I JORNADAS ANTROPOLOGÍA Y DISCAPACIDAD




DISCAPACIDADES, INFANCIAS Y ESPACIOS ESCOLARES
La visión de los profesionales educativos
Valencia, 5 y 6 de mayo de 2016
Nuria Sala Pardo
Universitat de Barcelona / Institut Català d’Antropologia

Resumen
La escuela, entendida como una de les instituciones clave en el proceso de normalización y gobernabilidad de la infancia, se organiza y estructura mediante una serie de dispositivos normativos a través de los cuales aprehendemos, construimos y vivimos significados, entre otras muchas cosas.  Históricamente la escuela especial y la escuela ordinaria separaban a los niños y niñas con discapacidad de los que no la tenían. La tendencia desde los años 90 es la de incluir a este colectivo en los centros ordinarios. El proyecto de la inclusión escolar se apoya en un cambio de paradigma entorno a la discapacidad por otros modelos que enfatizan los criterios ecológicos y sociales.
Desde septiembre de 2013 hasta la actualidad se ha realizado trabajo de campo de manera intermitente en diferentes escuelas públicas, entidades de educación no formal y otros espacios más informales de tres municipios del área metropolitana de Barcelona. A través de una aproximación antropológica a la discapacidad y a la infancia como fenómenos socioculturales, atenderemos también a los significados que giran en torno a las infancias y a los procesos de diferenciación de los que son objeto de los niños y niñas y que tienen que ver, en el caso del tema principal de esta comunicación, con el ámbito de la discapacidad -y los distintos conceptos a los que se asocia: anormalidad, déficit, dificultad, etc. El objetivo de esta comunicación es exponer las diferentes lógicas y concepciones de la discapacidad que emergen y han sido identificadas en las distintas dinámicas propuestas por los agentes educativos en diferentes espacios escolares etnografiados. Se trata de mostrar la diversidad, variabilidad y coexistencia de diferentes significados, representaciones, acciones y relaciones sobre la discapacidad, la infancia y el proceso de escolarización. La escuela, en realidad, no es una, pues en ella se albergan formas diversas de acción, organización, lenguajes y sociabilidades. 

1.     Introducción

La institución escolar, como la medicina, por ejemplo, ha sido naturalizada al tiempo que otras formas de educar, enseñar, aprender, curar o sanar han sido deslegitimadas, desprestigiadas o directamente eliminadas. Aun así, la cuestión de la educabilidad y la escolarización de los niños y niñas con discapacidad es compleja y larga en el tiempo. Nos acercaremos a la discapacidad desde una perspectiva sociocultural, es decir, estudiando a qué imágenes, conceptos y significados se asocia la discapacidad, qué relaciones, acciones y reacciones emergen de estas imágenes, conceptos y significados, etc. De igual modo, es una perspectiva que confiere mucha importancia a las dimensiones sociales, culturales y contextuales como elementos principales de los procesos, acciones y estructuras individuales y mentales; al contrario de otras perspectivas más individualistas en su forma no sólo de concebir la construcción del conocimiento (cómo significamos qué) sino también en el contenido de la significación, en este caso, la discapacidad (que desde un punto de vista sociocultural escapa a los límites del organicismo, el biologismo y el foco en el individuo de los modelos médico o rehabilitador, por ejemplo).
El 19 de marzo de 2015 se aprobó una moción presentada por Anna Simó (ERC) en un Pleno parlamentario sobre la atención a la diversidad y la inclusión en los centros educativos. La Moció 191/X del Parlament de Catalunya, sobre l’atenció a la diversitat i la inclusió en els centres educatius; es un intento de frenar el descenso de niños y niñas con NEE escolarizados en los centros ordinarios[1]. Según el Butlletí Oficial del  Parlament el 22 abril de 2014, un 61% de los alumnos con NEE están escolarizados en estos centros ordinarios de distinta titularidad, mientras que el resto lo está en centros de educación especial. A pesar de que la Declaración sobre Necesidades Educativas Especiales se firmó en Salamanca el año 1994, a nivel político la inclusión educativa sigue siendo ahora mismo una apuesta de futuro. Entre algunos de los argumentos que podría explicar tal situación, encontramos entre un artículo de Laura Nicolás (2011) en el diario El Punt Avui[2], el testimonio de la disparidad de posicionamientos en torno a este proyecto por parte de distintos representantes vinculados a la comunidad educativa y/o al ámbito de la discapacidad. Desde la militancia hasta el escepticismo y la incredulidad, lo cierto es que en los últimos meses hemos sido testigos de algunas problemáticas[3] relacionadas con la inclusión escolar que muestran un posicionamiento hasta entonces poco público por ser políticamente incorrecto pero no por ello dejar de responder a unos parámetros que siguen marcando todavía una visión hegemónica y mayoritaria de la discapacidad. Lo cierto es que el debate social se ha negado en pro del discurso político dominante, y mientras en su momento las familias y los colectivos que luchaban por visibilizar la situación de las personas con discapacidad en el ámbito escolar fue ignorado por la opinión pública, la situación actual es la de minimizar expresiones discriminadoras y segregacionistas como las mencionadas anteriormente. 

2.   Metodología

La comunicación a la que refiere este texto es una reflexión en torno a tres conceptos concretos: infancia, discapacidad y escuela, surgida a raíz de los datos e investigaciones etnográficas realizadas desde el año 2013 con motivo del Trabajo de Final de Grado y más tarde el Trabajo de Final de Máster[4], ambos adscritos al Departament d’Antropologia Social i Cultural de la Universitat de Barcelona.
Desde septiembre de 2013 hasta la actualidad se ha realizado trabajo de campo de manera intermitente en diferentes escuelas públicas, entidades de educación no formal y otros espacios más informales de tres municipios del área metropolitana de Barcelona. Se hicieron estudios de caso, entrevistas a familiares, personal docente y otros profesionales educativos  y otras personas dedicadas o con formación del ámbito de la discapacidad (psicopedagogos, psicólogos, médicos, logopedas, celadores y auxiliares, etc.). Se priorizó la observación participante y las conversaciones informales por considerarse técnicas más inclusivas a la hora de no exigir la expresión oral y priorizar la espontaneidad. En la mayoría de los centros mi acceso estuvo ligado a mi actividad profesional antes que a mi tarea académica[5]: educadora de apoyo para la inclusión escolar. Las notas de campo y extractos de entrevistas que ilustran este texto son de un estudio de caso concreto referente a un proceso de escolarización en una escuela ordinaria de un niño con Síndrome de Down que en ese momento tenía 8 años y cursaba 2º de primaria. Nos referiremos a él con el nombre de Julio.

3.   Discusión teórica: modelos e imágenes dominantes en la representación de la discapacidad

A partir de los 70, el conocido como modelo social, reconoce la dimensión relacional de la discapacidad y la importancia de las relaciones sociales en el establecimiento y entendimiento de las dis/in/capacitaciones, hasta entonces obviadas en pro de la hegemonía del modelo médico (Barton, 1998: 22). La discapacidad se define como un proceso social (Shaw, 1998: 73) en que se acentúan las desigualdades a partir de las relaciones interpersonales o con el entorno. El impedimento o deficiencia –individual– pasan a concebirse como una discapacidad en el momento en que el entorno social fracasa o no se adapta a las necesidades de los individuos con deficiencias (Hahn en Barton, 1998: 24). El concepto de discapacidad, no definiría las características de un colectivo, sino una experiencia compartida (Shakespeare y Watson, 1999: 13). Partiendo de esta concepción, las deficiencias pueden o no ser concebidas como discapacidades dependiendo de la cultura y los criterios circunstanciales –donde entran en juego el estigma y el poder (Kasnitz y Shuttleworth, 2001). Shakespeare y Watson sugieren que “la discapacidad es una relación estructural entre un individuo con deficiencias y una sociedad discriminadora” (1999: 13). Desde esta visión se concibe  la discapacidad como análoga a otras formas de discriminación. 
Este modelo surge como alternativa al modelo médico[6], que no problematiza la discapacidad como categoría analítica (Oliver, 2008: 20). Oliver señala que la idea hegemónica de la discapacidad, caracterizada por la individualización y la medicalización “ejerce una influencia considerable en el tipo de experiencia [...] –tener una discapacidad es tener un problema, tener una discapacidad «es tener algo en ti que no es correcto»” (Oliver, 1998: 47). A la vez hace posible mantener intactos las estructuras sociales y económicas (Oliver, 2008: 31). 
Más reciente es la propuesta del modelo de la diversidad que partiendo de la dignidad como cualidad inherente a todo ser humano, el Derecho y los instrumentos de la bioética, posibilita analizar todos los ámbitos y realidades de la vida cotidiana (Palacios y Romañach, 2006: 193). En el marco del movimiento del Foro de Vida Independiente, los autores plantean un modelo que sobrepase las carencias y los límites del modelo social.
Davis y Watson (2001) se han encargado de estudiar y señalar las representaciones negativas y discriminadoras presentes tanto en las escuelas especiales como ordinarias. Como se encargan de subrayar, no sólo inciden en las fuerzas estructurales de la función y organización institucional y del personal docente[7], sino que también tienen un papel fundamental a la hora de influenciar en las propias acciones y relaciones cotidianas.
En el campo escolar, la irrupción del concepto de las necesidades educativas especiales o específicas, se entendió como una categorización que implicaba unas fronteras más permeables y difusas (Riddell, 1998: 109). “Los individuos con dificultades pasan a ser considerados no en función de qué son sino de qué atenciones complementarias necesitan” (Gallén, 2006: 26). Aun así, hay quien lo ha seguido viendo como un instrumento de opresión y mantenimiento del staus quo, ya que mantiene y refuerza el juicio profesional y los procedimientos burocráticos inherentes al proceso de evaluación o dictamen (Corbet, 1993: 552 y 549 a Riddell: 106), y también mantiene la visión esencialista y dual: un niño especial o con necesidades educativas especiales remite y alude a otro no las tiene o las tienen dentro de lo concebido como normal (Gallén, 2006: 46). 

4.   Reflexión e informe etnográfico

En los siguientes sub-apartados se presentan algunos datos etnográficos sobre cuestiones concretas ilustradas con notas del diario de campo, que ilustran la reflexión realizada. Como ya se mencionó anteriormente, el objetivo principal de esta comunicación era mostrar la diversidad de representaciones, interacciones y dinámicas relacionadas con la discapacidad. Además, a continuación se vinculan con otros elementos, fenómenos y conceptos que emergen del propio contexto estudiado, lo que permite localizar, contextualizar y conferir un marco en la experiencia de la significación de la discapacidad. Por su parte, Holt (2006) realizó un estudio similar que concluyó con una demostración de la importancia del entorno en la construcción de la discapacidad como experiencia y realidad discursiva. A través de un análisis socioespacial en dos escuelas diferentes, la autora identifica diferentes maneras de diagnósticas y de construir un mismo dictamen, lo que genera diferentes interpretaciones de un mismo fenómeno, trastorno, necesidad o dificultad.  

4.1. Representaciones heterogéneas en torno a la discapacidad 

El punto de vista de la discapacidad que domina en el contexto escolar estudiado, es más próxima al modelo individual o la teoría de la tragedia personal, que al modelo social o la teoría de la opresión social. Bajo este punto de vista, se tiende a pensar que las causas “naturales” subordinan la experiencia social (Gallén, 2006 y Allué, 2003). Es el diagnóstico médico–psicológico el que define de entrada un imaginario en torno a la discapacidad, que posteriormente, se va reconfigurando con este y otros elementos a medio camino entre lo que podríamos llamar una individualización descontextualizada y la contextualización de la incapacitación. Es decir, que si bien es cierto que la atomización y desocialización en el proceso de naturalización del que habla Martínez Hernáez (2006), es un proceso que se da con mucha frecuencia, la experiencia y el vínculo personal establecido juegan igualmente un papel fundamental.
Se identificaron mayormente dos imágenes distintas y bastante compartidas entre el personal docente en referencia a la discapacidad.
Una de las imágenes más generalizadas es la discapacidad como limitación/impedimento. Abundan comentarios y expresiones de carácter caritativo pero también valorativo, puesto que desprecien, desvaloran o descalifican las capacidades y la experiencia del niño: “pobrecito mío!, ¡Pobrecito!, ¡pobrete!, ¡sé que no puede, a ver qué hace, la Sabira todavía sigue un poco pero Julio, buf!...,es que le cuesta, son más pequeños que los de su edad,...”. Son algunos de los comentarios que se oyen en las aulas, los patios, los comedores y los pasillos. 


La auxiliar educativa prepara algunas tareas que ella misma califica como “siempre son de infantil” [...] o de bebés” (Notas de campo, 5/12/13). 


Antonia (monitora de comedor) ha traído una bolsa de juguetes [...]: “para los que son más así...que no juegan con nadie”. [...] Entre ellos, le ha dado un coche a Julio [...] pasado unos minutos se acercan dos niños de 7-8 años y han empezado a jugar juntos [...] Antonia ha dicho chillando que los coches eran: “¡para los más pequeñitos!...¡no se los quitéis!” (Notas de campo, 9/4/14). 

Esta imagen de la discapcidad está muy vinculada a la idea de la dependencia y victimización, que refiere a una imagen infantilizada, salvajada y de inmadurez, lo que según Guerrero Muñoz se relaciona directamente con la tutela y la ayuda como principales dinámicas relacionales entre personas con y sin discapacidad (2011: 133).  Por demanda expresa de las maestras, los compañeros y compañeras de los niñas y niñas con discapacidad sueles hacer un acompañamiento en situaciones y espacios transitorios. A veces, esta tutela es asumida por los niños como una tarea pesada: 

Yansel (8 años) baja las escaleras del patio corriendo con la mano derecha cogiendo la mano de Julio. Mira al Nil (8 años), que ya ha llegado delante de su monitora de comedor. Cuando el Yansel llega donde está Nil, le dice: «¡¡Jolines!¡Le diré a Gema (tutora) que no me haga acompañar más a Julio!! ¡¡no puedo llegar el primero si tengo que ir con él!¡va muy lento! «  (Notas de campo, 5/3/2014). 

Algunos autores comentan que las dinámicas relacionales sustentadas en la ayuda y la tutela, “condiciona al cómo nos relacionamos con la discapacidad como hecho sociocultural; [...] (puesto que la) interacción requiere de la asignación,  atribución de un valor y significado cultural  a los comportamientos propios y del resto” (Guerrero, ídem.). Otros autores remiten a la importancia de la estructuración de la conciencia de los individuos que participan en estas dinámicas, al que consideran indisociable a una visión trágica de la discapacidad (Oliver, 2008: 30 y Allué, 2003: 108-114). La ayuda y la tutela podrían estar relacionadas también con el que Gallén (2006) y Allué (2003) denominan demostraciones de incompetencia, dado que le es privado de hacer por él mismo algunas acciones a Julio, anticipándosele. Pero no siempre lo consiguen y es él quien acaba realizando la práctica suele ante algunas exclamaciones de los niños del tipo: “¡Anda, si puede hacer eso!” o “No sabía que podía hacerlo solo”.
Una segunda imagen muy particular, menos generalizada y más específica del personal docente no especialista, es la de la discapacidad como alteridad. Se alude al desconocimiento, al miedo, al desconcierto o incluso al propio impedimento que genera la presencia de niños y niñas con discapacidad en el aula ordinaria.
En el aula, la presencia de Julio acontece un punto de inflexión en la orden, el equilibrio y la estructura, no sólo de la dinámica, sino del propio entendimiento del ideal de clase, aprendizaje y alumno, que suelen ser cuestionados y desmantelados. En este concebir la discapacidad, la alteridad acontece olvidada en el aula y segregada en ciertos momentos en otro espacio físico, pero también simbólico, pues representa en el imaginario de las maestras el espacio con las condiciones y recursos adecuados. Se pasa así a la naturalización de una desigualdad en la atención escolar, las bajas expectativas académicas y la segregación escolar en pro de un mayor equilibrio entre necesidades y recursos-conocimientos. La pedagogía crítica nos facilita muchas herramientas teóricas para reflexionar sobre éstas cuestiones. 

4.2. Significados, modelos y prácticas en disputa. 

El proceso de escolarización de muchos escolares con discapacidad en los centros ordinarios está influenciado por una lucha en las formas de concebir la discapacidad (Holt, 2004), siendo muy relevante la pugna por la legitimidad y autoridad en el proceso de significación. En el proceso de escolarización se integran y confluyen intereses y visiones de la discapacidad, la enseñanza, el aprendizaje y la escuela disonantes. A continuación se exponen algunos elementos y factores que generan o emergen de este campo de fuerza. 

4.2.1.  El reconocimiento de las obligaciones posicionales

La Blanca (maestra de educación especial), señala que la única manera que tienen los maestros de ser reconocidos social y laboralmente, es por medio de las notas de los niños. Ante esta premisa, un niño con dificultades, es un “hándicap, una molestia, una excusa, llámale como quieras, pero es un alumno que no deja llegar a un objetivo que la sociedad, el Departament o la escuela misma plantea para sí misma” (entrevista, 19/2/14). Comentaba la dificultad para encontrar un equilibrio entre presiones y expectativas diversas y multidimensionales. “Los inputs negativos son más que los positivos”, decía. Con esta afirmación, Blanca se refiere a las constricciones de índole diversa que condicionan la tarea docente y el día a día de las escuelas.
Algunas maestras se referían a los niños y niñas con discapacidad indirectamente, mediante expresiones referentes a las propias dificultades en el cumplimiento de las obligaciones, deberes y funciones de su posición, a su estatus como profesional docente, como ya hemos mencionado anteriormente. Aquí entra en relación con lo que Holt (2004) bautiza como la reproducción subconsciente de identidades posicionales dominantes. Muy vinculado a los miedos, inseguridades y desconocimientos expresados por algunas maestras y de lo que hablaremos seguidamente. Al mismo tiempo, y expresadas con menos explicitación, las obligaciones y deberes posicionales (que son en realidad una visión hegemónica y dominante de la función del docente, en este caso, no especialista). Es importante subrayar aquí que la autora considera esta cuestión central en el proceso de construcción de las identidades de los niños como (no) discapacitados, puesto que la manera como entendemos que debe ser la propia  función o tarea como profesionales, marcará una forma determinada de relacionarnos con el grupo, de enseñar, de priorizar, etc. 

“me sentía mal [...] se suponía que le iba bien para socializarse, pero tenía la sensación que no le estaba enseñando nada [...] pero yo estaba como preocupada de enseñarle algo más, por ellas esto no era importante” (Mireia, tutora de primaria, entrevista 13/2/14).

“ya verás pobrecito que está como abandonado, pero yo ya no sé qué hacer y son muchos los que necesitan ayuda en esta clase” (Gema, notas de campo, un día de noviembre de 2013).

4.2.2.  Inseguridades y desconocimiento: relaciones tensas entre profesionales

Todas las tutoras con quienes se ha establecido contacto por esta investigación, han explicitado el miedo y la angustia que los suponía tener Julio en clase aludiendo a la no preparación y al desconocimiento especializado en materia de educación especial y/o discapacidad.
Teniendo en cuenta la analogía que hace el propio Bourdieu entre habitus y oficio (2003: 113), se podría decir que la presencia de Julio en el aula constituye un sector problemático de la realidad cotidiana (Berger y Luckmann, 2008: 40) puesto que en el habitus de las docentes no consta una disposición y trayectoria social vinculada a dichas materias. La LEC (2009) dispone en los centros docentes una serie de mecanismos e instituciones externas vinculadas al sistema educativo, que asesoran y pretenden ofrecer una atención más cuidadosa y especializada a los niños con NEE escolarizados en centros ordinarios. De este modo, los maestros no especialistas no sólo se relacionan con la maestra de Educación Especial que suele haber a cada centro, sino que en determinados casos, mantienen relaciones con agentes externos a la escuela. Para la mayoría de maestras, esta relación no siempre es del todo provechosa ni repercute positivamente, como expresa Mireia (tutora de primaria): 

es un poco todo este decalage entre todos estos especialistas teóricos, [...], y después los que nos tenemos que poner a hacerlo, que no tenemos la teoría. Entonces entre el que nos explican ellos y el que acabamos haciendo nosotros, creo que no se parece [...] Y todo el mundo acaba haciendo un poco el que puede. De hecho, acabábamos un poco sin entendernos” (entrevista, 3/2/14). Que sigue diciendo: “me gustaría que entraran y que llevaran a cabo el que a mí me dicen (se refiere al EAP) [...] a mí me dicen cosas que yo no las veo claras [...] un día un juego, sí, todos juegan juntos, sí...pero claro, ¡¿cómo haces entonces las clases?! [...] No me podía dedicar a hacer plastilina y a hacer construcciones porque si no todo el resto no se acababa. [...] además, no eran perfectos (los niños) y tenían muchas dificultades [...] después te daban recursos a hacer con el iPad o hacerle un rincón de experimentación. ¡Pero yo no le puedo hacer un rincón a él sólo! ¡Tengo 25 niños más y son pequeños! ¡Todos querrían su rincón!”. 

Marina (tutora de infantil y con formación en psicopedagogía, entrevista,  4/2/14) comenta algo parecido al respecto: “esperamos del EAP una pastillita mágica y no puede ser [...] te dicen cosas que dices: yo te entiendo pero no es viable...o yo no lo veo viable con 25 niños”.
En estas relaciones, las maestras se conciben como las autoridades o conocedoras de la didáctica y el funcionamiento escolar, mientras que el resto de profesionales, lo seria de la discapacidad o la educación especial. La figura que aglutina ambas posiciones es la maestra de educación especial de la escuela que hay en cada centro, a quien se delega buena parte de la gestión pedagógica de los escolares con discapacidad y NEE. Esta convergencia del modelo ordinario y especial en un mismo centro muestra el poder y la hegemonía que mantienen aún las visiones médicas y pseudomédicas en las prácticas educativas relativas a la educación de la niñez con discapacidad (Holt, 2004). Si bien es necesario dar cuenta de que en el estudio de caso que ilustra este texto, fueron las especialistas –maestras de educación especial, logopeda, psicóloga, auxiliar educativa y psicopedagoga– las más proclives al cambio en las dinámicas de aprendizaje y a la renuncia de este tipo de saberes al que tanto acudía el personal no especialista. 

4.2.3.  Concepciones, visiones y modelos sobre la escuela y el aprendizaje

Las diferentes maneras de entender la escuela, la educación y la transmisión de conocimientos, también son un elemento importante: “quizás en otra escuela sin tantos libros estaría mejor [...] seria otra cosa” (Mireia, tutora de primaria, entrevista 13/12/14).
Para todas las profesionales, el proceso de escolarización de Julio en una escuela ordinaria es importante por dos cosas: por el aprendizaje y por la socialización. Es importante la diferenciación de los conceptos, a pesar de pueda ser la socialización un proceso de aprendizaje, puesto que con esta última palabra, se refieren exclusivamente al aprendizaje curricular, abstracto, individual e intencionado. Nuestras escuelas se construyen a partir de la tradición oralista, racionalista y en la que los valores culturales subordinados a la lógica instrumental y la preparación por adaptarse a la vida en la sociedad capitalista (Giroux, 1994: 81). Ilustremos esta argumentación con una nota de campo registrada después de una observación en una aula de primaria: “¡Busca la página del color verde! –dice la tutora. Camina hacia donde estoy yo y me dice: Quizás es demasiado abstracto- se da media vuelta y vuelve a decir: Busca mejor la página del color de una rana” (notas de campo, 3/12/13).
La voluntad –práctica o retórica– de algunas maestras para asimilar[8] dinámicas y experiencias escolares, se puede intuir en este fragmento de una de las entrevistas: “porque así no se remarcan diferencias [...] si todos tienen libros, él tenía que tener también [...] de su nivel, pero también tenía que trabajar con libros” (Mireia, tutora de primaria, entrevista 13/12/14). Igualmente importante es la asimilación en el resultado y el procedimiento de los procesos y las actividades propuestas, siendo bastante recurrente la repetición o la corrección en vistas a hacer las tareas “normalmente”. Vamos a ilustrarlo: 


La Gema le ha dado a Julio un punzón mientras me dice: “así cambia un poco que es muy aburrido siempre hacer el mismo”. Le ha dibujado unas cerezas en una hoja. [...] Cuando se dirige para ver cómo va, coge la hoja y exclama: “¡pero pincha por la línea! ¿Dónde están las cerezas que te he hecho? Mira, haremos una cosa más fácil”. Coge otra hoja y le dibuja un cuadrado: “ten, haz un cuadrado”, y mientras va hacia la papelera a tirar la hoja de las cerezas me mira y dice: “¡a ver qué hace ahora!” (Notas de campo 25/2/14). 

Entorno a esta cuestión gira el discurso de las necesidades y los recursos, que sigue manteniendo y reproduciendo una lógica individualista que se aleja de una asunción colectiva de las responsabilidades: “creo que necesita estar con otra gente, otros sitios...con más recursos. Tengo una prima con Síndrome de Down y depende de los grados[9]. Es muy fácil hablar, pero después, pobrete. No hay suficiente”. Dice que sería mejor que optara por una escolarización compartida: “ahí (en una escuela especial) tienen las cosas que necesitan” (Bárbara, profesora de educación física, notas de campo 3/12/13). Es interesante el planteamiento de Holt (2004) acerca de lo que ella bautiza como los espacios segregados de normalización, que vendrían a mostrar las consecuencias de no conformarse con las expectativas normativas de aprendizaje y comportamiento. 

5.   Distintas infancias y procesos de diferenciación de la infancia

Hasta la década de los años 80 la visión clásica de la infancia estaba estrechamente vinculada al ideal de desarrollo y crecimiento marcado por el modelo evolutivo del pensamiento occidental (Jociles, Franzé y Poveda, 2011: 12). Cabe enfatizar el papel estructurante –tanto del pensamiento como de las políticas relacionadas con la infancia– de este modelo desarrollista, que mantuvo la hegemonía hasta la fecha mencionada (Jociles, Franzé y Poveda, 2011). Y es relevante recordar la naturalización y universalización que ha convertido a este modelo en dominante durante décadas. Validado científicamente y conforme al discurso dominante, el desarrollo normal es un acto jerárquico (Holt, 2004), diferenciar a la niñez según un baremo estandarizado no sólo es un acto de diferenciación sino también de jerarquización. Holt (2004), como ya hemos mencionado, intenta demostrar que las normas sobre el desarrollo infantil son construcciones socioespaciales mediante ejemplos etnográficos en dos escuelas. En ellas, niños con características similares son diagnosticados con distintos trastornos. La autora nos dice que “los niños con diferencias de cuerpo y mente se pueden definir como « especiales » por caer (por lo general) por debajo de las expectativas del aprendizaje socialmente construidas relacionados con la edad”.
En el ámbito y la temática que nos ocupa, y muy vinculado a lo que se viene mencionado en los anteriores apartados, la infancia no sólo es heterogénea –lo que implica diferencias dentro de la propia categoría– sino que además es objeto de múltiples procesos de diferenciación. El dictamen forma parte de uno de estos mecanismos de diversificación que nombran y producen el contenido de la diferencia, puesto que no es la diferencia la que genera la diferenciación, sino estos procesos los que crean y reifican las diferencias (Delgado y Escriche, 2006). Es interesante detenerse entonces en reflexionar críticamente en los conceptos, los lenguajes y las nominaciones pero también en aquellas predisposiciones en acción. La mayoría de ellas responden a normas, que son convenciones sociales aunque se han ido naturalizando por procesos culturales y socio-históricos (Martínez Hernández, 2006).
En este sentido puede ser muy necesario revisar las representaciones y la visión que tenemos individual y colectivamente de la niñez y los mecanismos institucionales a través de los cuales se fundamenta su gobernabilidad y se construyen sus subjetividades. Holt (2004) nos advierte de la función productiva de la escuela en la creación de adultos normativos según un proceso de reproducción de las normas dominantes a través de modelos y pautas de desarrollo también normativas. La norma, sigue la autora, es un niño acorde al desarrollo normal, el niño con discapacidad o especial, es la contra de la norma. Es una vivencia de la infancia no normativa y al tiempo, representa y sugiere una adultez tampoco normativa –no representa al sujeto productivo, racional, independiente y autónomo, etc. 

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PALACIOS, A., ROMAÑACH, J. (2006) El modelo de la diversidad. La Bioética y los Derechos Humanos como herramientas para alcanzar la plena dignidad en la diversidad funcional. Santiago de Compostela: Diversitas Ediciones.
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SHAW, L. (1999) Children’s Experiences of School. En ROBINSON, C. i STALKER, K. (Eds.) Growing up with Disability (pp. 73-84). London: Jessica Kingsley,.


[1] Desde el año 2009, cuando se aprobó la Ley de Educación de Catalunya, que marcaba entre sus principios la inclusión, el descenso del número de matriculados en las escuelas especiales y el cierre de estos centros era notable. A pesar de esa tendencia, en pocos cursos se multiplicó el número de USEE (Unidades de Apoyo a la Educación Especial, un instrumento compensatorio muy debatido por tener usos muy controvertidos en algunos centros) y aumentó ligeramente el número de escolares en los centros de educación especial. Datos de 2014 del Departament d’Ensenyament i el Servei d’Estadística d’Ensenyament de Catalunya.
[2] Aparecido el día 4 de enero de 2011. Ver online en: http://www.elpuntavui.cat/article/2-societat/5-societat/352566-lescola-ordinaria-matricula-el-60-dels-nens-discapacitats.html
[3] Hablamos por ejemplo del caso de Pontevedra o Málaga, en donde las familias de dos centros educativos se movilizaron para forzar la marcha de dos de sus alumnos, ambos con necesidades educativas especiales derivadas de su neurodiversidad por Trastorno de Espectro Autista. Se hace eco de la noticia Sánchez Caballero en ElDiario.es del día 26 de enero de este mismo año. Ver online en: http://www.eldiario.es/sociedad/Padres-colegios-centros-ninos-discapacidad_0_475603143.html
[4] En la actualidad se encuentra en fase de redacción.
[5] El acceso al campo y el uso de los datos etnográficos ha sido, en todos los casos, consentido e informado. Para mantener el anonimato de todas las personas que forman parte y son voces de los trabajos de los que parte esta comunicación, no se especifica la localización exacta y se utilizan seudónimos. En el caso de los niños y las niñas se adjunta la edad entre paréntesis después del nombre. En las personas adultas, se especifica la posición y relación dentro del campo –p. ej. si es familiar, profesional educativo, profesional especialista etc. 
[6] Mike Oliver (2008: 20) propone denominar teoría de tragedia personal al modelo individual-médico y rehabilitador, y teoría de la opresión social al modelo social, enfatizando la experiencia de discrimación de las personas con discapacidad. Asumiremos las críticas al modelo social sobre la ausencia del cuerpo, reproduciendo una visión dualista.
[7] Es importante hacer notar que la incidencia es bidireccional, no solo las representaciones negativas y discriminadoras inciden en las fuerzas estructurales, sino que ellas también lo hacen en las representaciones. De ahí radica parte de la importancia en el contexto y el estudio del marco social y cultural en el proceso de construcción social y significación de la discapacidad.
[8] En este ejemplo se ilustra también la idea de normalizar como un proceso relacionado con la homogeneización, el ocultamiento de la diferencia.
[9] Nótese aquí la influencia del modelo médico en conceptos como grados, niveles, etc. Dicho esto, y mencionando otra vez a Holt (2004), es interesante el paralelismo entre la primacía de la visión del aprendizaje como un proceso individual y el mantenimiento de los mecanismos de etiquetado y diagnóstico con un enfoque individualista y personal, del que bebe también las argumentaciones relacionadas con los recursos, las necesidades, las terapias, las aulas, los materiales, etc. “especiales”.